Nuestro equipo de guardarrecursos ha iniciado la recolección de 75 mil propágulos o candelillas de manglar, como se les conoce, para reforestar los manglares en el Área de Conservación Bahía de Jiquilisco, en Usulután, como parte de nuestra campaña “Árboles para El Salvador”. Desarrollaremos cuatro jornadas de reforestación y se espera impulsar la restauración de, al menos, 20 hectáreas del ecosistema de bosque salado.
La tarea implica adentrarse navegando en los canales del manglar para llegar a las zonas mejor conservadas donde ya nacen nuevas plantas de la especie mangle rojo espigado (Rhizophora racemosa), que se desprenden de los árboles y caen para desarrollarse y, también, ser alimento para cangrejos y caracoles.
Seleccionar la candelilla requiere de poner atención en detalles como que no esté dañada, que tenga buen tamaño y que esté bien germinada. Cada uno de los guardarrecursos pone especial cuidado en estas características para extraerlas de entre las raíces y el lodo. Después son trasladadas en sacos y javas para llevarlas a las zonas donde serán plantadas.
El proceso de reproducción de esta especie de mangle se conoce como viviparismo vegetal, es decir que la planta germina en el mismo árbol del que nace. Al desprenderse de él ya trae las raíces, el tronco, el tallo y el follaje. No se trata de una semilla, sino de una planta ya germinada. La importancia de reforestar estos bosques radica en la recuperación del ecosistema y abona a sus procesos naturales. “Los manglares son ecosistemas que tienen la capacidad de recuperarse por sí mismos; sin embargo, con los efectos del cambio climático, los eventos naturales extremos ocurren tan pronto que no dan ese espacio para que el mangle pueda, a través de su resiliencia, irse recuperando”, explica René Flores, uno de los guardarrecursos.
Los manglares son árboles adaptados a los pantanos de agua salada que se forman en las costas y estuarios. Dependen de las tierras suaves de los pantanos y las mareas que inundan sus raíces dos veces al día.
La mayoría de las especies son resistentes al calor y a la salinidad del ambiente, que acaba a casi todas las plantas restantes. Todas tienen adaptaciones que les permiten a sus raíces respirar en la tierra anegada. Esto se logra a través de las gruesas raíces aéreas -que crecen por encima del suelo-, tan características de los mangles, o por medio de los neumatóforos, raíces que se levantan del lodo y toman aire como los tubos de buceo.
Por su resiliencia, algunas de estas plantas son ultrafiltradoras y pueden absorber selectivamente iones específicos del agua, con lo que filtran hasta el 97% del sodio; el resto del exceso de sal se remueve a través de la transpiración. Otro método de adaptación consiste en utilizar glándulas especiales para secretar el exceso de sal como una solución concentrada que, al llegar a la superficie de la planta, cristaliza y puede ser removida por el viento y la lluvia.