La palabra “pitómetro” se refiere a la forma en la que se registraban los sismos de manera artesanal en la década de los años 80. Ahora se cuenta con tecnología actualizada para el monitoreo constante de estos movimientos que ocurren todos los días en el “valle de las hamacas”, a través de la cual se obtiene información en cuestión de minutos, entre otras ventajas.
El Salvador se encuentra en una región de intensa actividad sísmica, generada por el proceso de subducción de la placa de Cocos bajo la del Caribe y por la activación de las fallas geológicas, tanto locales como de los países vecinos Guatemala y Honduras.
El instrumental sismológico llegó al país allá por 1890 y desde entonces se fueron adquiriendo equipos sofisticados. Sin embargo, los sismólogos utilizaron por muchos años el “pitómetro”, un método rudimentario, pero efectivo y vital para complementar los datos que arrojaban los sismógrafos del momento.
Por aquellos años, se tenía un mapa de El Salvador colgado en la pared, donde estaban ubicadas con tachuelas las 20 estaciones sísmicas que había en aquel entonces. Y por cada estación colgaba un cordel con varias marcas de tinta. La distancia entre marca y marca en el cordel, representaba un tramo de cinco kilómetros.
Para los sismólogos, era una forma práctica porque se identificaban las ondas y se utilizaba una fórmula matemática para calcular las distancias focales. Cuando ocurría un sismo se tomaban las pitas de tres estaciones según la información obtenida de la fórmula matemática y el punto donde coincidían las tres, era el punto de ubicación del sismo.
Los datos obtenidos se comparaban con los que brindaban otros aparatos que también eran bastante rudimentarios. Estos funcionaban con un papel especial que se ahumaba con un mechero para que la aguja registrar la información. Después, con mucho cuidado, había que pasarlo por una solución para fijar el registro.
Otro método era con una luz que iba haciendo la traza en papel especial y requería de revelado, como antes con las fotografías. En ese tiempo se demoraban días para dar la información.
Cuando ocurrieron los terremotos de enero y febrero de 2001 ya se contaba con registro sísmico digital, sin embargo, pasaron horas para conocer los datos de los movimientos. En ese tiempo no se contaba con la tecnología, ni el personal para un monitoreo las 24 horas del día.
A diferencia de hace 19 años, hoy se cuenta con procesamiento automático que permite validar la información de manera técnica con más rapidez, y en cuestión de minutos se obtienen datos preliminares, los datos finales y los mapas de intensidad instrumental.
En la actualidad el Observatorio de Amenazas del Ministerio de Medio Ambiente y Recursos Naturales (MARN) cuenta con 96 estaciones sísmicas y está en la capacidad de recibir información de cualquier estación del mundo.
El MARN también comparte datos con Observatorios de la región para que la ubicación sea más precisa cuando se trata de sismos de subducción. Mientras que cuando se tratan de sismos locales, los equipos instalados en todo el país brindan información más precisa, además de permitir interpretar el mecanismo de generación de la actividad sísmica y la mitigación de los efectos por ella causados.