Hace 50 años se conmemoró por primera vez el Día de la Tierra y, hoy el planeta toma un respiro temporal, como resultado de las medidas de contención que se impulsan alrededor del mundo, por la pandemia del COVID-19.
Durante la cuarentena, un enorme porcentaje de población está confinada en sus viviendas. Un aislamiento preventivo que ha extendido el territorio de algunas especies de la vida silvestre, que aprovechan el silencio de las ciudades y la ausencia de sus depredadores, para buscar agua y alimento fuera de sus fronteras.
Y no podemos dejar de mencionar que la contaminación del aire en diferentes puntos del planeta, ha disminuido considerablemente, por la reducción en la actividad industrial y, del transporte terrestre, aéreo y marítimo.
50 años después del primer llamado de atención por el estado del Planeta, nos enfrentamos a grandes desafíos y profundas transformaciones económicas y socioculturales.
En las últimas décadas, las acciones de mitigación con la reducción del carbono y, la adaptación a los efectos del cambio climático, han significado uno de los retos más apremiantes para muchos países. Entre ellos, El Salvador, que a través del Sistema de la Integración Centroamericana (SICA), impulsa la iniciativa AFOLU 2040, para conservar y restaurar 10 millones de hectáreas al 2040.
Estamos comprometidos con la protección de los bosques, como pulmones del planeta, que albergan nuestra biodiversidad y, en conjunto, ofrecen a la población un gran volumen de bienes y valiosos servicios ecosistémicos.
La protección de la Tierra es responsabilidad de cada ser vivo que la habita. La humanidad tiene que trabajar por construir una relación más armónica con la naturaleza, mediante un desarrollo sostenible y un consumo responsable.